Crónica II ORIENTARAID «GIJON AL NORTE»

2 de julio de 2017, Pablo Fernández Liria

El día anterior había corrido en Guipúzcoa el Rogaine de 6 horas de Zegama. Toda una aventura y costoso pódium, con Sergio y Silvia, y ahora los tres volvíamos a participar en equipos diferentes en esta prueba de 2 horas. Yo con Miguel, mi hijo de 13 años, Silvia con Cristina y Patricia en un equipo femenino y Sergio también con su hijo Alex pero en categorías de 3 horas. Muchos equipos participaban en categoría familiar, padres e hijos. El mayor de los hijos de Silvia, que todavía era bastante pequeño participaba con el padre, junto otros niños.
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Era una experiencia lúdica, para pasarlo bien donde también disputábamos en pruebas especiales como tiro con Gomeru, equipo Ciego o Slack Line. Todas las balizas eran optativas y tenían distinta puntuación.

Esta carrera tenía de particular que ya comenzábamos en la cima, en el monte Deva, en una agradable área recreativa con imponentes vistas. En contraste con la mojadura de ayer, hoy parecía que iba hacer espléndido; ni si quiera hacía excesivo calor. Por lo que los controles más lejanos y mayor puntuación se encontraban en la parte baja. Pero aún había bastantes puntos sin perder demasiada altitud, porque el monte era muy redondeado. Por tanto la curva de nivel era esencial tenerla en cuenta, así como el orden en que visitaríamos los controles.
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Como en todas las carreras, salimos como si nos hubiesen puesto un petardo en el culo. Pero enseguida nos quedamos solos. Creíamos que iba a ver cola para picar la primera baliza, pero solo coincidimos con Eduardo y Rocío, una pareja del mismo club el Nordeste. Y por cierto la senda se nos hizo muy larga… pero no había pérdida pues estaba próxima a un cruce. En el camino teníamos que evitar unos repugnantes charcos de agua negra, que no queríamos imaginarnos como se habían formado. Y a nuestro alrededor la vegetación selvática impenetrable nos advertía porqué el mapa, en mayor medida, tenía el máximo tono de verde.
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No le traje mochila a Miguel, pero se empeñó en querer llevar mi camelbak de agua, por lo que se lo metí en una de esas bolsas con cordones y aunque no fue nada cómodo, aguantó con ella, toda la carrera.

Este día comenzaba mi periodo de vacaciones con mi hijo, y después nos marchábamos a descender barrancos a los Pirineos. Dada su acritud a salir de casa últimamente cuando estaba conmigo, no tenía mucha fe en que me soportara una de estas aventuras sin protestar, pero le aprecié cierto entusiasmo, ímpetu que no le había visto durante todo el año.

La primera prueba especial que nos acercamos fue tiro con Gomeru. Y no tuvimos que esperar cola. Cinco oportunidades. No quiso tirar él, y yo al segundo ya di en la lata. Nos alcanzó Nayo con el grupo de críos… Después divergimos en nuestros caminos… Habíamos atajado por la única posibilidad que lo permitía. Los puntos se sucedían rápido… Miguel iba bien.

Restaba más de una hora así que consideré arriesgarnos a bajar a por un par de controles de 7 puntos. Pero el que más nos costó fue uno anterior de 5, que la senda estaba bastante tomada por la vegetación, y eso a mi hijo, nunca le agradó mucho.
Las vistas sobre el mar y Gijón eran impresionantes. Seguidamente para bajar a las de 7 puntos, el camino era muy empinado y erosionado y todo el desnivel que perdiéramos había que remontarlo, pero más adelante y por una carretera estrecha, según planeamos.
En la primera de esas balizas, nos encontramos a un padre con su hijo bastante pequeño un tanto mermados de fuerzas, pero se disponían a comer algo. ¡Y todavía tenían que subir! ¡Qué arriesgados de venir hasta aquí! A la siguiente todavía había que bajar más, y las numerosas sendas que existían nos hacían ir precavidos. ¡Lo logramos!

Restaban 38 minutos. Enseguida salimos a la carretera y emprendíamos el regreso a meta. La pendiente de la carretera daba miedo, hasta para ir andando, o sea que como para ir sobre ruedas…
Miguel se había portado muy bien, y para que no se hundiera ahora, le empujé toda la cuesta, bueno, en realidad yo también me apoyaba en él.

Menos 25 minutos. Después de unas cuantas revueltas, salía un camino para atacar otra posible baliza de 5 puntos. Andábamos muy pillados de tiempo, pero a partir de entonces el desnivel se suavizaba y podíamos ir más rápido. También teníamos otra prueba especial, el Slack Line, pero como era difícil no me daba mucha confianza que obtuviéramos los 5 puntos. Así que preferí asegurar los de la baliza anterior. La cuesta y empujar a Miguel me habían reventado. Pero ahora había que bajar levemente y era un respiro.

Menos 15 minutos. Cuando llegué a la prueba especial me tiritaban las piernas y no era bueno. Miguel quitándose de responsabilidades tampoco quiso hacerla, a pesar que habían dicho que a los niños les resultaba más fácil. Porque pesaban menos debía ser… Pero Miguel sabía lo que me gustaba hacer equilibrios…

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Eran dos cuerdas y se podía ir con un pie por cada una. Nunca lo había hecho así. Había una más tensa que la otra, por lo que una pierna no me paraba de bailar. ¡No podía avanzar! Pasaban los segundos, que eran esenciales y hasta los minutos diría…, porque estuve una eternidad en el tramo de cuerda de 5 metros, pero no me caí. ¡Lo conseguimos! Tanta tensión fue el remate para mis piernas. No me podía sostener en pie.
Menos 10 minutos. Faltaba como un kilómetro para meta y aún podíamos hacer otra baliza que nos pillaba de paso. Yo creo que nos daba tiempo pero por si acaso apretamos. No nos complicamos y rodeamos saliendo a la carretera, en vez de seguir otro de esos caminos tomados por la vegetación, marcados en el mapa color magenta. Nos juntamos con otra pareja del mismo club Nordeste, Ignacio, que parecían no darse cuenta del apuro del tiempo. Para atacar la última baliza no hacía falta más que prestar atención a un cruce de senda y subir un repecho. Fue fácil.
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Menos 5 minutos. Ya sólo quedaba un sprint a meta, que corrimos por si acaso no llegábamos dentro de las dos horas. Y no era cuestión de que nos quitaran puntos por llegar unos segundos tarde. El tiempo se nos echaba encima, y la meta se retraía.
Miguel ya conocía esa sensación de tener que vomitar tras un sprint y temió que le sucediera… le dije que aflojáramos… porque creo que nos iba a sobrar, pero corrió como si se jugara algo serio, y entramos con 20 segundos dentro del tiempo.
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La pareja de Ignacio entró delante de nosotros pero les ganamos por dos puntos en la suma. Ellos habían ideado otra estrategia, consiguiendo las balizas hacia el otro lado del monte, Sur, y luego las nuestras; pero les faltó las de 7 puntos, por lo que la disputa estaba bastante igualada. Algunos equipos buenos, pecaron de ambición y llegaron tarde.
Sorprendentemente de 26 equipos habíamos quedado segundos, y mi hijo consiguió conmigo su primer pódium. Así daba gusto comenzar las vacaciones, ¡Dos días, dos pódiums! Y mi hijo dando hasta lo que no sabía que tenía.
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Hay que reseñar que Sergio quedó primero en la Absoluta con su hijo, en tres horas, y Silvia con Cristina y Patricia también segundas en la categoría femenina. Y Eduardo y Rocío rozando el pódium ¡por 1 punto! ¡Toda una celebración del Nordeste Orientación!

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